Leviatán

Es un placer presentar Leviatán, la tercera moneda de la serie Ángeles y Demonios.

En la religión cristiana, Leviatán fue adoptado desde el Antiguo Testamento, pero su imagen se transformó en la tradición cristiana medieval. Pasó a ser considerado un demonio oceánico, una de las formas de Satanás o de los príncipes del infierno. En la demonología cristiana, Leviatán es el señor de las profundidades y simboliza la soberbia, la envidia o el pecado de las pasiones incontrolables. Aparece como guardián del Infierno o demonio tentador que surge desde las aguas abismales. Autores como Tomás de Aquino y grimorios como el Dictionnaire Infernal lo clasifican como un ser demoníaco asociado al mar, a la oscuridad emocional, a lo oculto y a lo inabarcable.

En la religión judía, Leviatán (לויתן) es presentado en los textos bíblicos como una criatura marina colosal y caótica, creada por Dios en los comienzos del mundo. En el Libro de Job 41, se lo describe con gran detalle como un ser invulnerable, escupe fuego y vive en las profundidades del océano. También aparece en Isaías 27:1, donde Dios promete destruirlo al final de los tiempos. Aunque no se le llama “demonio” en los textos sagrados, en la literatura mística y apocalíptica judía (como el Talmud y el Midrash), Leviatán toma un carácter más oscuro: se lo considera un monstruo de las profundidades, símbolo del caos que Dios debe contener; representa la fuerza destructiva y demoníaca del océano, asociada al mal que será vencido en el fin de los días; en algunos relatos, Dios creó un macho y una hembra, pero mató a la hembra para que no destruyeran el mundo.

Como símbolo, tanto en el cristianismo como en el judaísmo, Leviatán representa el caos oceánico y primigenio, la fuerza destructiva y demoníaca del mar profundo y el poder que solo Dios puede dominar o destruir.

En el reverso se representa al demonio Leviathan con su poder desatado, hundiendo un barco gigante lleno de pasajeros y tripulación, que se hace pequeño en comparación con su descomunal cuerpo. El gran barco, que se está hundiendo y rompiendo, está rodeado de los tentáculos del demonio y de pequeñas embarcaciones de emergencia llena de personas que intentan salvar sus vidas, mientras son atacados por pequeños demonios voladores al servicio del Príncipe Leviatán. Se trata de una escena dantesca digna del demonio más grande de la creación.

En el anverso se representa la dicotomía del cielo y el infierno, dividiendo la moneda en dos hemisferios, a la izquierda se representa el cielo con un entorno de paz y armonía, con ciervos pastando en el prado muy tranquilos, mientras que en la derecha se representa el infierno, árido y peligroso, sin recursos y estéril, con los restos secos por sobre el suelo y cuervos deseando alimento. En el centro se representa el árbol de la vida, frondoso y esplendoroso a la izquierda, y marchito y tenebroso a la derecha.